Presentación de Jeux y otros cuentos
Luis Freire
en el Centro Cultural de España, Lima, el 5 de abril de 2001
Una presentación debe ser corta, de otro modo, no sería una presentación. Podría mostrarles la carátula del libro pronunciando su título y de cierta manera, habría cumplido con presentarlo. Nadie pretende conocer a nadie a fondo a través de una presentación. Se supone más bien que la presentación es una entrada. Podría yo abrir la carátula de este libro como se abre una puerta y decirles, pasen, léanlo, conózcanlo, y luego retirarme discretamente, para que ustedes conversen con los textos.
Pero no voy a hacer eso, voy a tratar de decir algo acerca de Jeux y otros cuentos (Juego). No como un estudioso de la Literatura, porque no lo soy, sino como un escritor que habla de otro. Y atención, cuando digo “otro”, no estoy utilizando el género masculino, sino el género literario, el que agrupa a escritores y escritoras por igual.
Después del título de la obra y del nombre de la autora, nos topamos con la primera frase del libro: una cita de T.S. Elliot. “La condición humana no puede soportar mucha realidad”.
Por lo tanto, Maritza Núñez ha decidido diluirnos esa realidad para aliviarnos la tarea de vivirla, la ha diluido de tal modo, que podamos respirarla, en lugar de enfrentarla. Sus relatos, en la gran mayoría de los casos, son niebla que cuenta. Y eso, porque a pesar de su fuerte graduación poética (casi un 60%, la graduación del vodka, si no me equivoco), son relatos, incuban una historia, simplísima, y un transcurso que no es necesariamente progresivo.
En el caso de Jeux, el relato más largo del libro, existe un final sorpresivo, como manda la tradición del cuento, sin embargo, quien busque en estos textos las convenciones del género, está condenado a perderse. Maritza Núñez no construye sus relatos respetando el tiempo lineal, ni siquiera nos ofrece un rompecabezas que el lector debe armar con su lectura. Rompecabezas eran los de Cortázar en Rayuela, por citar un ejemplo. Lo que hace Maritza Núñez, es someter un hecho, una anécdota, una vivencia, a una explosión cósmica, a un Big Bang, un Génesis que dispersa la anécdota en todas las direcciones posibles, convirtiéndola en un universo rítmico, musical y estructurado de imágenes poéticas, entre las que flota, aquí o allá, un retazo, un dato, un gajo de la anécdota que generó el cuento. Los relatos de este libro no se leen solamente de izquierda a derecha, sino de arriba para la izquierda, de adelante para el centro, de afuera para adentro y de muchas otras maneras más. Si queremos un símil, pensemos en un río que hay que cruzar saltando sobre piedras ubicadas en todas direcciones, un río cuya otra orilla es de pronto cualquiera de las piedras.
Quienes asistieron a su obra teatral sobre Frida Kahlo puesta en Lima el año pasado, podrán entenderlo mejor. En esta pieza, el tiempo teatral estaba fragmentado en globos escénicos que salían a flotar al escenario en aparente libertad temporal, esperando que el espectador los fuese cogiendo uno por uno, hasta reunir en el acto final el manojo de globos completo. Este libro está recorrido por la muerte. También chorrea sangre. Jeux concluye con un crimen, Vanesa estrangula a su amante. Pero después de leer la manera como está descrito este asesinato, podemos llegar a pensar que es posible estrangular a alguien con la columna de vapor de una tetera hirviendo. Lumbre, el primer texto, nos regala un ahorcado y el último, un estrangulado. También hay abaleados, y otras muertes más naturales. Uso la palabra “natural” con reservas, porque no hay muerte que no sea natural, en la medida que define nuestra naturaleza.
¿Pero qué mata la muerte de este libro? Mata a los seres queridos, nos quita a los que amamos y no podemos retener a nuestro lado, por eso, la muerte aparece aquí como la otra cara del amor. Y allí esté tal vez una clave de su presencia: Tiendo a pensar que toda esa muerte reflexionada a través de los textos es la imagen más patética de la pérdida. Porque muerte es partida, es desaparición. A través del encuentro, iniciamos el camino del desencuentro.
Maritza Núñez es directora de coros de profesión, ha visto nacer y morir cientos de partituras en su vida, sabe y siente que toda pieza musical dura, como dura cada uno de nosotros. La música es de las artes más breves. Ni Richard Wagner hubiese sido capaz de componer un ciclo operístico que nos tome más tiempo escuchar, que aquel que nos lleva leer El Quijote, por ejemplo. Salvo Jeux, los relatos de este libro son también breves, como los encuentros del amor. Son preludios, de la pérdida. Son impromptus, de la muerte que aparece de pronto. Hay un requiem, muy corto... pero así como la música es un símil de la temporalidad de nuestras vidas, es también un modelo arquitectónico para esta literatura. A pesar de disgregar el tiempo, los relatos de Maritza no quedan al azar del viento, si volviera a utilizar la imagen de la niebla que cuenta, agregaría que es una niebla con ritmo, una niebla orquestada. El caos es aparente, cualquier lector con buen oído, descubrirá que Maritza Núñez ha construido sus relatos meticulosamente musicalizados. Claro, no se trata de sinfonías clásicas de cuatro tiempos, sino tal vez, de relatos en música serial.
No son literatura accesible, recuperan el gusto por la experimentación con la estructura narrativa, que tanto hizo y deshizo en los sesenta y setenta, pero ¡Ojo!, en el caso de Maritza, el juego con la estructura de sus relatos se sustenta en buena medida sobre su vocación poética, es la poesía la que produce cada Big Bang.
Francesca Denegri ha dicho que este libro explora la muerte desde una perspectiva de humor irreverente no exento de una profunda ternura, pero aunque he encontrado ese humor, lo he notado menos que la ternura que expresa.
Jeux significa juegos en francés. El título abarca los juegos literarios de estos relatos, pero también, al juego con la muerte. Maritza juega con ella a lo largo de todo el libro y sabe que la muerte siempre gana, y nos quita una pieza, un ser amado. Por eso, debajo de estos juegos, se juega el único que importa, el que terminamos siempre por perder.
Luis Freire es escritor, ensayista y periodista peruano. Ha publicado en el género de la novela y el relato.