Presentación del poemario le jardin secret
Elvira Ordóñez
en el Centro Cultural El Ekeko, Lima, el 21 de diciembre de 2001
En una oportunidad anterior nos hemos referido a su libro Nocturno en el cual Maritza integraba su doble inclinación artística, es decir la música y la poesía. Ese libro no solamente trataba de Chopin sino que también acompañaba a su palabra una cadencia especial, como si se interiorizara en el ritmo de los nocturnos para expresarse. Ahora, desde las primeras líneas de su nuevo poemario se traduce esa complementación de sus dos artes. En el vocablo que emplea en su primer verso donde anuncia “Un contrapunto de sirenas”, ya está presente la intención musical y no es solamente por el vocablo en sí, sino por la arquitectura del poema, en donde los versos cortos se alternan con los largos y su extensión matiza la sonoridad de las frases. Luego la nostalgia que en las primeras páginas alienta el discurso poético nos va envolviendo también en su cadencia. Como cuando nos dice:
Tu sueño
floración de cantares
envolvía mi cuerpo
Y en otro momento:
vino
tinto como la sangre
cuando envejece
como las rosas
Hay también referencias directas a la música. Cito:
A veces
quisiera sentir
tus hombros
En ese tango
mis manos se sostienen en ellos
punto de apoyo
en el espacio
a veces
Y también:
agonía de un bandonéon
quisiera sentir
tus labios
tus labios
Desde un principio del poemario, con esa mise en scène, natural en ella, pues abarca también el teatro como parte de su quehacer literario, nos describe el ambiente en el que inicia la historia poética. Sitúa los personajes. Va tomando la acción: real o imaginaria, en el caso del creador es lo mismo, su imaginación es real, porque siempre la obra tiene una vena por la que fluye la propia sangre del artista. El telón se descorre y aparece ante nuestros ojos:
Un contrapunto de sirenas
la avenida
antifaz de neón
Al frente
la vendedora de rosas
envejecidas
como ella
Ningún transeúnte se detiene
Lleno mi copa
Y más adelante anota:
Nada ha cambiado
Este papel
es el único indicio de que
el tiempo no se detuvo
Maritza nos transmite una atmósfera especial y logra que crucemos el umbral del mundo raso con sus manidas realidades hacia el caleidoscopio de su propio mundo. Vamos guiados por su palabra o por sus pasos y la escuchamos decir:
Me refugio
en el bullicio de esta ciudad
La noche es larga
y no tengo prisa
Por el ansia de vivir y de crear entra en el círculo de la realidad hecha sueño o del sueño hecho realidad:
Tu sueño
floración de cantares
envolvía mi cuerpo
Mis labios
fieros
te buscan
[...]
Era hermoso despertar en tus brazos
Y su voz transita del pasado hacia el presente en alternancia continua:
El eco de la noche
me devuelve la agonía de una mujer
No estás
El tema del poemario va in crescendo como en un espiral, que nos hace partícipes de ese ritmo ascendente que tiene la música, cuando desde el pianísimo se van desarrollando los acordes y el tono es cada vez más vibrante y así la voz de Maritza pasa de la añoranza a la pasión. Se expresa luego a través de su exuberante naturaleza. Volcada en la espontaneidad de su palabra se asume a sí misma como un ser integral en donde se amalgaman las notas sutiles de su espíritu y el desencadenarse de sus raíces pasionales. El mundo, su mundo es un jardín luminoso o un huerto en plena floración y fruto. Hay seres en los que están muy presentes las fuerzas de la naturaleza y si son creadores anhelan desbordarse a través de su arte, buscando ese oceáno donde prolongarse y la poeta refleja ese torbellino envolvente que alienta su palabra cuando nos dice:
Mis formas se acoplaron
a las tuyas
río que desciende
vertiginoso
al mar
vertiginoso
nube que alberga cascabeles
de lluvia
lluvia
vertiginoso
al mar
vertiginoso
río que desciende
La pasión la integra con ese oceáno que se agita en su ser, se reconoce en él y en el penúltimo poema del libro refleja el flujo y reflujo del mar cuando se encrespa y se distiende entre bríos y suavidades hasta aplacarse en las orillas. Y nos dice:
Me devuelves al mar
Deo gratias
Hay olas
Deo gratias
Hay olas en mi alma
Deo gratias
Al final de le jardin secret encontramos unos versos que hemos leído en un principio y que reflejan mucho de lo que expresa este poemario:
Nada ha cambiado
Este papel
es el único indicio de que
el tiempo no se detuvo
Sentimos esa conciencia despierta de la autora de que siempre se sigue siendo uno mismo, pero para vencer el estatismo del propio centro la creación es una manera de salir al infinito.
Así, pues, haciendo un tránsito en círculo retoma esos mismos versos en el último poema. Siente que ha vencido al tiempo a través de la expresión creadora, que la afirma en una constancia de futuro.
Fraguada en la catarsis de la pasión cierra el poemario y la escuchamos decir:
En la limpidez de tus ojos
la transfiguración de mi cuerpo
El jardín secreto
Elvira Ordóñez es una de las poetas más importantes del Perú. Ha publicado ocho poemarios entre los que destacan: Cuando las Sombras Hablan (Buenos Aires, 1956), La Palabra y su Fuego ( Lima 1960), Oración Blasfema ( Madrid 1963) y Síntesis Dinámica ( Lima 1977).