Fotografía de Michael Campin |
La nada cotidiana
En La nada cotidiana, Maritza Núñez retorna al tema del amor y amplía su escenario para hacer ingresar personajes que rompen el círculo hermético de los amantes. La autora con una suerte de travelling retoma elementos de la trilogía —conformada por Amor vivus, Nocturno y le jardin secret— que precede este libro. El amor se nos presenta como una sucesión dialéctica de estaciones; la eclosión que se reitera y se desvanece. Este poemario o poema sinfónico, nace del verbo que la poeta afina con notable madurez.
Rusakko *
Hay olor a tierra húmeda y ese chasquido de hierba
que anuncia su llegada
Aparece con su piel parda y sin edad
como sus ojos, dos astros pardos
parda y lisa y sus pasos ágiles y ese extenderse suyo
como un arco a punto de lanzar una flecha al cielo
Y yo me enamoro de su desenfado grácil
y su mirar de sibila
Pardo mi deseo de ser como tú
de hacer abracadabra y amanecer libre
con tu piel soñadora y tu risa y tus ojos impenetrables
espléndida como tú
Rusakko
* rusakko liebre parda nórdica
Nada
Esta tarde he perseguido mis pasos
La luna no se había recogido
y el sol era una naranja a punto de caer sobre mí
y tuve ganas de comerme el sol como el confite prohibido
La playa era un desierto y yo corría tras mi sombra
Y no alcancé sino la nada
única
infinita
La nada cotidiana
© Maritza Núñez
(Dos poemas del libro La nada cotidiana.)